Es un texto de Lola Beccaria que, bajo la forma de una carta
de amor, encontramos una reflexión sobre el tiempo que, según la autora,
se ha inventado para los que no aman. Predominan la anáfora y las
frases largas que repiten la misma estructura (y así fue como asistía al
verdad, fue así como me di cuenta de que en realidad las horas de la pena son
más largas que las de la felicidad). La mujer que habla en el texto es una
mujer inmortal, lleva siglos amando y tiene una relación especial con los
relojes.
Bajo una aparente carta de amor, se narra la historia del
reloj en sus diferentes etapas. Una primera etapa sería el reloj de sol, aquel
que funcionaba con la luz del sol, inventado en Egipto. Medía el tiempo de
acuerdo a la escala solar. La segunda etapa sería la de los relojes medievales
de pesas, mecánicos, que aparecen en lo alto de los campanarios. De este tipo
de relojes derivan los automáticos, como el del ayuntamiento de Praga, el de
Berna o el de la plaza de San Marcos en Venecia. La tercera etapa sería la de
los relojes de péndulo en el Barroco. La cuarta etapa corresponde con el reloj
de bolsillo en el siglo XVII. En la quinta etapa encontramos los relojes de
cuerda automática en el siglo XVIII. Como última etapa tenemos el Big Ben.
Estamos, por lo tanto, ante una historia simplificada y ficticia de la
evolución de los relojes, llena de lenguaje literario. En este texto hay un
predominio del aforismo, una oración que pretende dar una explicación de manera
concisa y cerrada.
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Lola Beccaria |
Algunos aforismos que encontramos en el texto Lola Beccaria
son los siguientes:
Para los amantes, el tiempo es siempre azul.
El tiempo nació del desamor, y los relojes son hijos de la
pasión desatendida.
Las horas de la pena son más largas que las horas de la
felicidad.
Cada tictac del reloj es un acorde de tensión amorosa no
resuelta.
Solo los amantes cuentan el tiempo y toman como punto de
referencia al amado.
Para los amantes el tiempo que no están juntos es tiempo
desperdiciado.
El reloj se inventó para contar las horas del desamor.
De nada sirve un reloj de sol en la noche perpetua del
amante desdeñado.
El desamor es ambicioso incluso para su propio daño.
Para el amante, el amado es el universo entero, el único
planeta a partir del cual gira.
El reloj de péndulo, en el idioma secreto de los amantes, es
el símbolo de la duda, el homenaje de la ingeniería a la indecisión de los
amantes.
El movimiento pendular, tictac, tictac, es la perfecta
expresión, desesperada, de la incertidumbre de amar.
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